Lista de relatos del concurso


Ambición

"La lluvia caía pesadamente sobre las frondosas copas de los árboles y una calma tan solo perturbada por el constante repiqueteo de las gotas dominaba el ambiente. Yo estaba sentado en la puerta de mi cabaña, con la mirada perdida en la cortina de agua y con la mente ardiente de pensamientos. Mañana sería el día de mi evaluación y debía prepararme para ello. Por suerte, aquella lluvia era el contexto perfecto para meditar.

A todos los niños de la tribu se les sometía a aquel examen cuando cumplían la mayoría de edad, que consistía en visitar al anciano jefe de la tribu y mantener una entrevista con él. Una vez terminada la entrevista, el anciano decidía si te podías incorporar a la tribu como un adulto más o si eras desterrado de ella. Nadie había sido desterrado en años, normalmente todos eran admitidos, pero aún circulaban rumores de algún destierro en el pasado, hace muchos años.

Llevaba toda la tarde sin moverme del sitio, igual que sucedía con la lluvia. No paraba de preguntarme qué clase de cuestiones me plantearían mañana e intentaba planificar respuestas ante las posibles preguntas que imaginaba. Además, mi estado de nerviosismo parecía acentuarse con el paso de las horas. Así estuve hasta que anocheció lo suficiente como para darme cuenta de que estaba muy cansado y debía dormir.

No fue fácil conciliar el sueño con la constante ebullición de preguntas y respuestas que inundaban mi mente, pero finalmente el sonido de las gotas al caer envolvió mi cabeza como una manta fría y me sumí en un sueño profundo.

Abrí los ojos y mi corazón aceleró su ritmo bruscamente: hoy era el día. Me preparé, nervioso, como buenamente pude y me dirigí hacia la cabaña del anciano solo, como mandaba la tradición. La lluvia había desaparecido, aunque los charcos y el fango mantenían vivo su recuerdo. La cabaña del anciano se alzaba al final de la línea de casas que formaba la aldea, bajo un gran árbol. Me paré en seco frente a la puerta, inspiré y espiré de forma lenta y profunda y abrí la puerta con el corazón desbocado y las manos temblorosas.

-Bienvenido chico, te estaba esperando- dijo el anciano, con voz temblorosa, desde su asiento- Siéntate por favor.

Hice una pequeña reverencia y me mantuve en silencio, sentándome donde me indicaba.

-Bueno, como supongo que ya sabes cómo funciona esto empezaremos cuanto antes ¿Estás listo?

Asentí levemente. Entonces, el anciano se puso en pie con un movimiento firme y decidido. Su voz sonó ahora potente:

-Primera y única pregunta: ¿Cuál es tu mayor ambición en esta, tu vida?

Mi rostro se torno serio y gris al instante, para nada esperaba una sola pregunta y de ese tipo, no tenía pensado de antemano para contestar aquello, así que por una vez dejé que las palabras de mi pecho brotaran libres, sin pensar en lo que decía:

-Conocer y aprender todo sobre este nuestro mundo. Ser la persona más sabia que haya existido jamás.

El semblante del anciano no reflejó ningún cambio ante mi respuesta, pero instantes después este se volvió sombrío y grave. Pronunció las palabras de forma dura, sin titubear:

-Quedas oficialmente desterrado de nuestra tribu para el resto de tu vida.

Rompí a llorar. Sin embargo, aquellas lágrimas no fueron suficientes para ocultar la sonrisa que se dibujaba en mi cara."

De Anónimo, el 13/12/2012

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El proyecto

Nadie supo nunca a ciencia cierta lo que impulsó a aquellos dos hombres a conocerse, lo que hizo que un día cualquiera sus caminos se cruzaran. Pudo haber sido cosa del destino o bien simplemente el producto de una mera coincidencia. Lo que sí quedó claro fue que aquel encuentro espontáneo cambiaría el rumbo de sus vidas de una forma radical.

Eran personas totalmente diferentes y fue ese hecho el que tendría un mayor peso en su relación. Uno de ellos era artista, aunque nadie pudo saber a qué arte en concreto se dedicaba puesto que practicaba y se interesaba por el arte de una forma generalizada. Lo mismo sucedía con su compañero científico quien se interesó por tantos campos tan variados y diversos que nadie fue capaz de definirlo. Sus maneras de ver el mundo chocaban frontalmente, opuestas como dos trenes en dirección contraria. Mientras que el primero era idealista, creativo, sentimental, apasionado e inclinado a lo irracional, a la expresión en bruto de las emociones y sentimientos más profundos del alma el segundo era frío, analítico, lógico, calculador y poseía esa racionalidad emergente que hace a las personas enterrar sus pasiones en lo más profundo de su ser.

La conexión entre ellos fue instantánea, como la de los polos opuestos de un imán. Entablaron una amistad rápidamente y se convirtieron en amigos inseparables, tan inseparables que era difícil no encontrarlos juntos. Siempre iban de un lado a otro hablando entre ellos, debatiendo temas demasiado complicados y abstractos para cualquier viandante, que difícilmente era consciente de cuál era el problema. Porque parecía existir un problema entre los dos, nunca alcanzaban un acuerdo y parecía que su disentimiento jamás tendría fin. Esto era debido probablemente a la gran diferencia que existía entre sus opiniones y puntos de vista, diferencia que un día les impulsó a tomar una decisión.

Aquel día sencillamente se encerraron juntos en una modesta habitación convenientemente adecuada a sus necesidades. Apenas salían de allí, solo cuando necesitaban alimentos o algún otro producto básico para su supervivencia, sus voces resonaban al otro lado de la puerta cerrada con su cotidiano discutir, pausándose de vez en cuando, subiendo el volumen otras veces. Dijeron que estaban haciendo algo grande, un gran proyecto conjunto y que el resultado final sería de gran importancia. Creyeron que podían alcanzar lo inalcanzable, hacer lo imposible debido a la excesiva complementariedad que existía entre ellos, tan solo tenían que sintetizar sus pensamientos en uno solo y el éxito de su gran empresa estaría asegurado.

La incertidumbre acabó envolviendo por completo aquel “proyecto”. Habían pasado muchos meses desde que se inició y nadie sabía cuando terminaría, ni siquiera se sabía el objetivo que perseguían aquellos hombres. Los rumores y las especulaciones acerca del tema se convirtieron en uno de los temas predilectos de conversación. Algunos afirmaban que estaban diseñando alguna especie de máquina revolucionaria que permitiría hacer lo imposible (variaba mucho dependiendo de la versión), otros que trataban de elaborar un plan para hacerse ricos y otros que estaban creando un modelo político que haría feliz a la gente. Las especulaciones eran muchas y muy variadas, pero con el paso del tiempo el tema acabaría pasando a un segundo plano y la gente apartaría su incertidumbre y su curiosidad a un lugar más profundo de su pensamiento.

Todo el mundo recuerda el momento en el que el gran “proyecto” llegó a su fin. Era una noche fría y silenciosa, dominaba el cielo una gran luna llena y se podía aspirar un aire cargado de humedad, de olor a tierra mojada. La paz de la noche y el sueño frágil de la gente se vio perturbado por un repentino sonido: un disparo. Todo el mundo sabía de donde procedía. Corrieron hacia aquella habitación, aquella que nunca habían visitado y que tanto anhelaban visitar, la que tanta curiosidad les suscitaba. Aquel sentimiento de curiosidad había renacido en sus mentes y parecía mayor que la preocupación que les podía provocar el haber oído un disparo en la noche. Llegaron al fin a aquella puerta negra e impenetrable irrumpiendo seguidamente en la estancia. Su deseo de conocer se vio satisfecho al fin, aunque de forma decepcionante.

Los encontraron a los dos muertos, tendidos sin vida en el suelo. Uno de ellos presentaba un disparo en el pecho, pero el otro no presentaba ningún signo que explicara su muerte. “Parece una muerte natural, pero no puede ser, es muy extraño…” diría más tarde un doctor al examinar el cuerpo. Junto a los dos cuerpos sin vida encontraron una mesa de madera sólida y resistente, con una silla en cada extremo y en el centro un lápiz junto a un papel en blanco, un blanco vacío y sin respuestas.

Los enterraron al día siguiente bajo el sol rojizo del atardecer, nadie acudió a reclamar los cuerpos ni se interesó por ellos. El proyecto había terminado, fueron enterrados en un cementerio corriente, bajo una única y pulida lápida sin ninguna inscripción ni nombre tallado que constituiría el único testimonio de su existencia hasta el fin de los días.

De Juan Manuel Agulló, el 19/11/2012
Originalmente en fecha olvidada

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